A punto de llegar la guerra a la ciudad, la bibliotecaria va trasladando poco a poco los libros para evitar que sean destruidos, desafiando primero la pasividad de las autoridades y venciendo después el riesgo de los bombardeos. Este acto de valentía, propio de quien está convencido de que sin libros no se puede vivir, resulta emocionante y sobrecogedor, sobre todo porque sabemos que esta historia ocurrió de verdad, tal como nos cuenta la autora al final.